EL LIQUILIQUI Y LA MÚSICA VENEZOLANA


EL LIQUILIQUI Y LA MÚSICA TRADICIONAL VENEZOLANA

La música popular tradicional venezolana es –al igual que otras formas culturales- producto de un largo proceso de mestizaje en el que se han fundido en diversos grados los aportes de indígenas, europeos y africanos. De ese intercambio cultural surgieron nuevas y particulares formas musicales tal como el joropo, mientras otros géneros se hacen criollos conservando las huellas visibles de alguna de aquellas culturas matrices.

Por eso, de acuerdo con las características mismas de su conformación, hoy día podemos distinguir varios tipos de música dentro de nuestra tradición. En principio, están aquellas de raíz indígena que son cultivadas en su contexto cultural o bien están presentes en celebraciones del calendario religioso que nos vino de España, -como Las Turas- donde conservan todos los rasgos que le distinguen como una forma musical de origen étnico americano.

Por otra parte, tenemos las de origen europeo que como el villancico conservaron todos sus elementos o como el aguinaldo fueron aclimatados al adquirir nuestro distintivo ritmo criollo. También las que conservaron melodías y sus tambores y que entre nosotros fueron a animar las fiestas de San Juan y San Benito. Finalmente, están las formas musicales que son creaciones originales, únicas, y producto de nuestro particular proceso de mestizaje, tal como el joropo, los sones de negros, las gaitas zulianas, la llora, y los tonos de velorio – la más importante polifonía vocal de tradición oral de toda América- que son géneros que no han existido ni existen en ninguna otra cultura.

La música tradicional venezolana es pues un colorido mosaico que a su vez se ha nutrido de una diversidad de expresiones locales. De España cada quien trajo lo suyo. El misionero vino con su canto gregoriano. Los andaluces nos trajeron el flamenco para dejar su huella en el polo, punto, punto y llanto y fulía oriental, y los canarios cantaron su malagueña para sembrarla en estas tierras.

Los europeos a su vez trajeron a esclavos de distintas culturas de África negra. Los dahomeyanos nos legaron el tambor mina; los bailes chimbangueleros provienen de la cultura bantú, mientras los quitiplás de Curiepe fueron vistos en Nigeria y también en Zaire. Y en cuanto a los indígenas y sólo para mencionar algunos, los waraos del Delta del Orinoco construyen su violín –sekesekeima-, mientras en la mesa de Guanipa los Kariñas se encuentran con sus muertos mediante la fiesta del akaatompo, donde hacen sonar sus flautas de Pan o verékusi.

Así pues, en nuestra música popular tradicional construyen ritmo y melodías cuyas raíces se pierden en una vasta geografía de tierras y de culturas. La música venezolana, sin embargo, no se ha detenido en su evolución. En su largo devenir las formas musicales que nos dan identidad han venido sufriendo transformaciones dentro de un proceso modernizador que la ha vinculado con sonoridades universales, la ha llevado al mundo de las grandes orquestas académicas así como a los conjuntos orquestales de vanguardia que se mueven en una constante y renovadora búsqueda estética.
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FUENTE: ATLAS DE TRADICIONES VENEZOLANAS. Editado por Fundación Bigott y El Nacional. Pág. 122. De: Ramón y Rivera, Luis Felipe, El joropo, baile nacional de Venezuela, Ministerio de Educación, Caracas, 1953.

Transcripción cortesía de LIQUILIQUIS VENTAS


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